Es cuestión de elegancia

En este post simplemente voy a reflexionar sobre algo tan normal y natural como la vida misma: ¿qué pasa cuando llega el momento de finalizar una relación: agencia de comunicación (o consultor freelance) – cliente?

Como digo, no es nada extraño que, por diversos motivos, ambas o una sola de las partes decidan terminar la relación de comunicación. 

En lo que respecta al cliente, a veces, la causa puede ser la insatisfacción con los servicios prestados por la agencia; otras, el motivo puede encontrarse en un ajuste presupuestario que impide poder seguir haciendo frente a esta inversión (no me gusta llamarlo gasto porque creo que no es tal); en otras ocasiones, tan solo puede ser el deseo de trabajar con otro proveedor para ver qué novedades y mejoras ofrece con respecto al anterior (alguna vez he oído hablar de la necesidad de “aire fresco”).

En lo que atañe a la agencia o al consultor freelance, yo creo que las causas pueden ser dos: pensar y decirle al cliente, honestamente, que no puede alcanzar los objetivos que plantea (o a veces “exige”), porque no son viables; o no poder implementar el plan de comunicación que precisa por una falta de presupuesto manifiesta del cliente (que verdaderamente impide llevar a cabo las diversas acciones).

En cualquier caso, y como digo en el título de mi post, saber “romper” una relación cliente-proveedor o viceversa dignamente es cuestión de elegancia.

Voy al grano: ¿qué no debería hacer un cliente cuando llega el momento del desenlace? Sobre todo cuando la causa ha sido una aparente insatisfacción con los servicios prestados por la agencia o con los miembros del equipo:

-En primer lugar, no hay que menospreciar los logros conseguidos hasta ese momento.

-Tampoco hay que dar un giro de 180 grados al trato que se había otorgado a la agencia antes de que se decidiera terminar la colaboración. No hace falta mostrar animadversión hacia nada ni hacia nadie. Que subyace un malestar entre ambas o una de las partes ya se sobreentiende: ¿para qué esforzarse por hacérselo ver de forma explícita? Es lo que yo llamo “intentar (que no lograr) hacer daño por hacer daño” (tanto al profesional, como al equipo y su reputación).

-No se debe cuestionar el presupuesto que se había acordado y manejado hasta ese momento,  ni intentar hacer ver que éste estaba sobredimensionado. Si se había establecido por contrato, con unas condiciones determinadas y bien detalladas (como suele hacerse): ¿por qué o para qué ponerlo ahora en cuestión? Vuelvo a insistir sobre lo que digo en el punto anterior: no es más que un intento, consciente o inconsciente, de dañar la reputación del proveedor.

¿Qué pienso yo? Que en general el mundo y las relaciones se mueven por filias y fobias. Hay veces que, afortunadamente, estas filias y fobias se notan y se sienten en el ambiente y en el día a día, de modo que nos avisan de lo que está por venir y de qué conviene hacer entonces. Y, ante todo, creo que la clave está en identificarlas y anticiparse a los hechos. Quedarse sentado esperando, digamos, a que te dejen, no es la opción correcta. Sí, es la opción que alarga las cosas y te puede seguir beneficiando económicamente (mientras dure, bienvenido sea).

No, como digo, no es la opción. ¿Por qué? Porque si te quedas esperando puedes salir mal parado, especialmente porque el malestar va a persistir incluso seguramente se acentúe. 

Cuando llega el momento de “cortar” una relación profesional hay que actuar con respeto y sobre todo hay que saber estar y mantener el tipo. Hay que seguir trabajando tan duramente como el primer día hasta que llegue el último; hay que seguir apoyando al cliente, dándole ideas, acompañándole y prestándole todo el valor añadido que se le venía dando y más si cabe. Lo importante es ser profesional y dejar el buen sabor de boca que se es capaz de dar siempre.

Digo todo esto pese a que el cliente, obcecado en sus “fobias”, a veces no sea capaz de reconocerlo e incluso se empeñe en desvirtuar, infructuosamente, lo que se está haciendo por y para él.

En el sector en el que nos movemos, de manera especial y muy acentuada, se trata con multitud de contactos y la buena reputación que tanto defendemos en nuestros clientes, ante todo debemos conservarla nosotros.

En lo profesional, como en la vida misma, hacer el tránsito natural de una etapa a otra con éxito solo es cuestión de elegancia.

 

 

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