Comunicación online: ¿no nos tenemos demasiado controlados?

Las reflexiones de este post parecen un poco “chapadas a la antigua” pero, no obstante, puede venir bien pararse a pensar en ellas. Sobre todo para describir e interiorizar una situación que a todos nos está afectando en mayor o menor medida (principalmente por grupos de edad) de cara a nuestras interacciones con otros y a las propias acciones que llevamos a cabo en el universo digital. En definitiva, creo que nos tenemos demasiado controlados y este hecho afecta a nuestras percepciones sobre los demás, a nuestras reacciones, a nuestro comportamiento online y, por qué no decirlo, a nuestra productividad global. Me refiero a lo que somos capaces de dar de nosotros mismos en nuestras vidas privadas y en nuestro entorno laboral, en tanto en cuanto “perdemos” el tiempo (o empleamos demasiado) controlando a otros, controlándonos a nosotros mismos, viendo el nivel de control que tienen otros sobre nosotros, etc.

Creo que nos tenemos demasiado controlados y este hecho afecta a nuestras percepciones sobre los demás, a nuestras reacciones, a nuestro comportamiento online y, por qué no decirlo, a nuestra productividad global.

La buena noticia es la siguiente: podemos estar tranquilos porque nosotros como usuarios no tenemos la culpa de esto. Espero y deseo que se entienda el concepto culpa en el mejor de los sentidos, asociado a responsabilidad. Las diferentes herramientas que utilizamos para actuar e interactuar online están alcanzando un nivel de sofisticación tan elevado (y seguramente positivo en varios otros terrenos) que nos permiten observarnos unos a otros, saber lo que hacemos y, he aquí el principal instrumento de control: conocer al detalle cuándo lo hacemos.

Las diferentes herramientas que utilizamos para actuar e interactuar online están alcanzando un nivel de sofisticación tan elavado que nos permiten observarnos unos a otros, saber lo que hacemos y conocer al detalle cuándo lo hacemos.

Llamadme anticuada (en cierto modo lo soy) pero antes nuestras comunicaciones estaban cargadas de esencia y naturalidad. Ahora estamos todos mucho más condicionados y en muchos casos actuamos en consecuencia, alimentando esta espiral del control.

Antes, cuando no podíamos o no deseábamos responder una llamada en nuestro teléfono fijo, simplemente dejábamos sonar el teléfono y, en el mejor de los casos, dábamos la opción a que nos dejaran grabado un mensaje. Más adelante llegaron los identificadores de llamada donde claramente se veía quién nos llamaba y podíamos actuar en consecuencia. El teléfono móvil, por su parte, nos permitió esta misma función en lo referente a las llamadas y muchísimas más a través de los mensajes de texto. El correo electrónico nos permitió, y lo sigue haciendo, seleccionar la opción de “confirmación de lectura” (¿nunca os ha incomodado tener que contestar esta pregunta de confirmación antes de abrir el email?). El smartphone y el desarrollo de las redes sociales y de cientos de aplicaciones han terminado de poner la guinda al pastel, que no hace más que crecer.

Llamadme anticuada pero antes nuestras comunicaciones estaban cargadas de esencia y naturalidad. Cuando no podíamos o no deseábamos responder una llamada en nuestro teléfono fijo, simplemente lo dejábamos sonar y, en el mejor de los casos, dábamos la opción a que nos dejaran grabado un mensaje.

En Whatsapp: puedes dar a conocer y saber sobre los demás cuándo ha sido la última hora de conexión, cuándo se está escribiendo, en qué momento y quiénes han visto el “estado”, obviamente puesto a propósito para ser visto, porque no olvidemos que esta es su utilidad y finalidad. Si me equivoco, que alguien me explique cuál es su verdadera función.

En LinkedIn: mi sorpresa llega cuando la mensajería de esta red social profesional también te indica cuándo ha sido tu última hora de conexión y la de tus contactos, además de decirte quiénes están activos en ese momento con el puntito verde.

Son solo dos ejemplos de los muchos que hay. Y es cierto que en casi todos los casos se pueden eliminar estas opciones y establecer el nivel de privacidad que uno desee mantener con sus “audiencias”. Pero también es verdad que las herramientas y aplicaciones nos ofrecen estas opciones de control tan “atractivas” por defecto que muchos de nosotros nos dejamos llevar por ellas y entramos en el juego. El juego del control.

En LinkedIn mi sorpresa llega cuando la mensajería instantánea de esta red social profesional también te indica cuándo ha sido tu última hora de conexión y la de tus contactos, además de decirte quiénes están activos en ese momento con el puntito verde.

¿Consecuencias? Como decía al comienzo del post, depende del grupo de edad al que se pertenezca y del ámbito en el que se emplee la red social o aplicación concreta (personal, laboral). El “problema” es que muchísimas veces se entremezclan los ámbitos y cuesta distinguir en cuál se encuentra uno. Este hecho se acentúa cuando no empleamos cada red social para lo que es y no seguimos el propósito para el cual ha nacido. He leído varios comentarios sobre LinkedIn, que siendo una herramienta a priori netamente profesional, como todos somos humanos y nuestras comunicaciones también, al final se usa para otros fines (tanto voluntaria como involuntariamente).

¿Consecuencias? Depende del grupo de edad al que se pertenezca y del ámbito en el que se emplee la red social o aplicación concreta. El problema es que muchísimas veces se entremezclan y cuesta distinguir en cuál se encuentra uno.

En general, el control “exige” un nivel de inmediatez en la respuesta del otro que muchas veces no puede o simplemente no desea cumplir. De esto ya hablé en un post anterior y felicité a los periodistas por su aguante y maestría manejando multitud de “conversaciones” y propuestas que reciben día a día y ya por varios canales.

Además, condiciona el comportamiento propio y el de los demás, tanto para bien como para mal. A veces se extraen falsas conclusiones sobre el otro e, insisto, deberíamos interiorizar que no estamos obligados a responder ni a esperar respuestas de los demás en el plazo que se nos antoje idóneo. En este punto vuelvo a “culpar” a las herramientas que nos indican las horas de conexión como si nos recordaran que no hemos contestado o que estamos tardando en hacerlo.

Felicito a los periodistas por su aguante y maestría manejando multitud de “conversaciones” y propuestas que reciben día a día y ya por varios canales.

Si se forma parte de este universo “controlador” se puede incrementar notablemente el nivel de ansiedad, consciente o inconscientemente y dependiendo del carácter de cada uno, eso está claro.

Ante estas situaciones, cargadas de bondades, por supuesto, pero también de matices negativos que son en los que yo me he centrado en este post, lo que reivindico es nuestra capacidad de ser libres y valientes. Y también nuestra habilidad para, progresivamente y a base de su uso, educarnos y educar a nuestros interlocutores en la cultura del control digital estableciendo límites, tan positivos y necesarios ahora más que nunca.

Si se forma parte de este universo “controlador” se puede incrementar notablemente el nivel de ansiedad. Son situaciones cargadas de bondades pero también de matices negativos en las que reivindico nuestra capacidad de ser libres y valientes. Es la cultura del control digital, donde hay que establecer límites.

Conozco casos (el mío propio) en los que se han dejado de usar determinadas redes sociales precisamente por esta falta de “sintonía” con las “exigencias” de interacción de nuestras audiencias. Y por el exceso de exposición ante los demás. No olvidemos que aquí, como decía al principio, el nivel de tiempo inútil o no productivo que se emplea para analizar las interacciones propias y las del resto es demasiado elevado como para permitirnos vivir una vida más eficiente y útil en todos los sentidos.

Conozco casos (el mío propio) en los que se han dejado de usar determinadas redes sociales precisamente por esta falta de “sintonía” con las “exigencias” de interacción de nuestras audiencias.

Creo que debemos usar las amplísimas opciones y posibilidades que nos ofrece el universo de las comunicaciones online de forma responsable y útil. Si bien nos han abierto multitud de nuevos caminos positivos que jamás hubiéramos imaginado, también es importante reflexionar y poner límites. La virtud está en el punto medio, siempre se ha dicho. Ahora bien, que el control no se nos vaya de las manos dependerá de la capacidad de cada uno para interiorizar y llevar a cabo un ejercicio constante de responsabilidad en la nueva cultura digital en la que estamos inmersos.

Creo que debemos usar las amplísimas opciones y posibilidades que nos ofrece el universo de las comunicaciones online de forma responsable y útil. Que el control no se nos vaya de las manos dependerá de la capacidad de cada uno para interiorizar y llevar a cabo un ejercicio constante de responsabilidad en la nueva cultura digital en la que estamos inmersos.

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