No me responde. ¿Y qué? La gestión de la no-respuesta en comunicación

“He hecho algo mal”

“No tiene interés”

“Pasa de mí”

“¿Por qué habré escrito/ llamado?”

“¿Qué pensará ahora de mí?”

“¿Debo insistir?”

Este artículo pretende ser un poco light, tanto porque estamos en verano y agradecemos leer contenido un poco más “fresco” (y más con la que está cayendo en Madrid), como porque quiero que sea aplicable a varios escenarios y contextos, desde el estrictamente personal hasta el polo opuesto: el terreno profesional.

En general, en uno u otro caso todo puede resumirse a lo mismo: estamos tratando con personas y sus pensamientos, intenciones y acciones. En comunicación hablamos de función fática o relacional, que es aquella que se vincula con el canal de comunicación entre emisor y receptor para iniciar, prolongar, interrumpir o finalizar una conversación. Esta función también tiene como objetivo comprobar si existe algún tipo de contacto entre ambos. Así lo define de una forma muy sencilla nuestra archiconocida Wikipedia (si accedéis al enlace podéis leer también sobre el resto de funciones del lenguaje, que siempre es bonito recordarlas).

Estamos tratando con personas y sus pensamientos, intenciones y acciones. La función relacional de la comunicación es la que se vincula con el canal de comunicación entre el emisor y el receptor con diferentes intenciones.

Voy a empezar por el final de lo que quiero contar aquí y para lo que escribo este post veraniego. Os enuncio lo que, tras diversas vivencias y experiencias, para mí constituye una máxima: en general, y me atrevería a decir que en el 99% de los casos, si alguien no nos responde es porque no desea hacerlo. Lo demás es buscarle tres pies al gato, divagar, perseguir una explicación rebuscada para convencernos de otra cosa, etc.

En el 99% de los casos, si alguien no nos responde es porque no desea hacerlo. Lo demás es buscarle tres pies al gato.

Dicho esto: ¿pasa algo? ¿Hay que preocuparse? ¿Hay que enfadarse? Obviamente: no. Todos estamos en nuestro derecho de responder o no a quien deseemos.

La siguiente cuestión es: ¿por qué ha sucedido esto? ¿Por qué nuestro receptor (la persona a quien no olvidemos que nosotros mismos hemos elegido como receptor) no nos responde? Aquí se nos abre un amplio abanico de opciones que hay que valorar con sentido común, aceptación y respeto.

Sin profundizar mucho, se me ocurren algunas alternativas:

  1. No interesamos como emisores. Hemos escogido comunicarnos con alguien y ese alguien ha elegido no continuar el flujo de comunicación con nosotros. En el terreno personal, uno es muy libre de saber con quién quiere entablar/ continuar una conversación y con quién no. En lo profesional sucede lo mismo pero con un matiz: creo que convendría tener una base de educación y dar una respuesta, aunque sea breve y concisa, para hacerle saber a nuestro emisor que no vamos a atenderle (siempre y cuando, obviamente, se haya dirigido a nosotros en el mismo tono de respeto y corrección que luego demandamos/ deseamos en su respuesta).
  2. No interesa nuestro mensaje. Como decía en el punto anterior, en el ámbito laboral resultaría de especial interés hacerle saber a nuestro emisor que lo que nos cuenta no es de nuestro interés. Si, además, le contamos los motivos, nos garantizaremos en un alto porcentaje que no nos vuelva a insistir inútilmente.
  3. No es el momento. En este punto me solidarizo mucho con los periodistas, que reciben decenas de llamadas y mensajes al día y sería más que oportuno conocer sus “protocolos” de funcionamiento horario. ¿Cómo esperar una respuesta tras una llamada/ email/ whatsapp/ etc. a las 18:00 horas, sin anticipar una no-respuesta o, lo que es peor, una mala contestación? (sobre todo me refiero a un mal tono, porque el respeto diría que casi nunca se pierde).
  4. No es el canal. Hay personas/ profesionales que se decantan por un canal (por ejemplo: whatsapp en vez de llamada, o viceversa) por una cuestión de preferencias, costumbre, agilidad, incluso distanciamiento. No pasa nada. En nosotros está decidir si aceptamos este protocolo (impuesto o sugerido) o si decidimos no hacerlo; en este último caso lo mejor es pasar a otra cosa y abrir flujos de comunicación con aquellas personas/ profesionales que están en sintonía con nuestros gustos y preferencias para comunicarnos.
  5. Nuestro mensaje será contestado más adelante. Hay veces que conociendo a la persona sabemos perfectamente que no es de respuesta inmediata e incluso que no es de respuesta rápida. Hay que respetar los tiempos de cada cual. Nuevamente, volviendo a nuestro sector, sabemos más que de sobra que estamos muy saturados de mensajes, peticiones, gestiones y, si bien a veces es conveniente dar una breve respuesta a nuestro receptor explicando este hecho (“te contestaré más adelante”), también es bueno que como receptores no nos enfademos, no prejuzguemos a nadie y sepamos mantener la calma y la templanza. Sobre todo, no debemos insistir inútilmente, saturando a la persona, forzándola a ofrecernos una respuesta o transmitiéndole nuestra inquietud o malestar.

En definitiva, vuelvo al inicio de este artículo: pongámonos en el lugar del receptor y comprendamos sus intenciones. Hoy en día, es muy raro que un mensaje no llegue o que tras hacer una llamada sin respuesta nuestro número no haya quedado grabado. Seamos realistas, naturales y educados y, en una faceta u otra de nuestras vidas, tomemos estas situaciones de ausencia de respuesta con deportividad y sentido común. Nos encontramos en una época que destaca por la sobre información a la que estamos expuestos, por la proliferación de canales, soportes, interlocutores, voces, opiniones, propuestas, etc. (insisto, máxime cuando hablamos de nuestro sector).

Respetemos y seremos respetados. No insistamos inútilmente, no molestemos, conservemos nuestra “dignidad” (jajaja, este punto lo comento con cierto sentido del humor, pero seguro que entendéis a lo que me refiero). La vida está llena de oportunidades y no podemos transitar por ella con ansiedad, afán de protagonismo, constante requerimiento de respuesta y, mucho menos, pensando que tenemos que ser atendidos los primeros en la escala de gestiones y prioridades de los demás. Eso sí, aprendamos cómo funciona esto de la vida y la comunicación y emitiremos mensajes de un modo más eficaz y selectivo. Aprendamos, por lo tanto, a gestionar las no-respuestas.

Tomemos la situación de ausencia de respuesta con deportividad y sentido común. No insistamos inútilmente, no molestemos y conservemos nuestra “dignidad” (jajaja). Aprendamos cómo funciona esto de la vida y la comunicación. Aprendamos a gestionar las no-respuestas.