Calidad de nuestras vidas

La forma en que nos comunicamos con otros y con nosotros mismos, determina la calidad de nuestras vidas (Anthony Robbins).

 

Así es. Una vida de calidad. Mejor dicho, una vida de buena calidad. ¿Cómo se alcanza? No estamos en un consultorio médico y tampoco en una terapia psicológica. Hablamos de una verdad universal: según nos comunicamos, nos percibimos, nos perciben, nos afectamos y nos afectan. Y esto puede entrenarse, mejorarse, perfeccionarse y darnos muy buenos resultados para nuestras vidas.

En primer lugar, tenemos que saber comunicarnos con nosotros mismos. Esto lo hacemos trabajando (en mayor o menor medida) nuestros pensamientos y nuestras emociones. Se trata de ser honestos con nosotros mismos e ir descubriendo quiénes somos, qué nos conviene y, si es lícito y positivo alcanzarlo, perseguir nuestro objetivo.

En segundo lugar, hemos de saber comunicarnos con los otros. De hecho, ¿cabe otra opción, cuando vivimos en sociedad? La respuesta es no. Por lo tanto, si hemos de hacerlo, hagámoslo bien. Se trata de comunicarnos con nuestros interlocutores y con nuestro entorno de una forma óptima, correcta, adecuada y efectiva. Esto lo conseguiremos, en primer lugar, analizando y cultivando nuestras relaciones; y, en segundo lugar, otorgándole a nuestra audiencia el papel y la importancia que merece y tratándola de una forma correcta, que proceda y, sobre todo, que sea positiva dentro del escenario donde se encuentra.

¿Qué calidad hemos decidido que tenga nuestra vida? La respuesta, en gran parte (creedme que más de lo que hasta ahora hayamos podido imaginar), se encuentra en nuestras comunicaciones.