Un año de autónomo en comunicación. Reflexiones de un freelance

Un año de autónomo en comunicación. Reflexiones de un freelance

Ha pasado poco más de un año desde mi estreno como consultora de comunicación freelance, tras 13 años estupendos de colaboración incondicional con la agencia que me vio nacer y donde me crié, Portocarrero&Asociados, y he pensado en la posible utilidad de plasmar algunas reflexiones de esta nueva etapa. Sobre todo porque yo he aprendido mucho y es posible que a algunos trabajadores que estén en mi situación les apetezca pensar en ello.

Todo empezó como la imagen de ‘Emoji: La película’. No sé si habéis tenido ocasión de verla, pero es muy divertida y tiene mensaje. Ahí me tenéis como ‘Gene’, un emoji que, al contrario de lo que le sucede al resto de personajes, no tiene un rol definido y es capaz de hacer múltiples expresiones. Algunos dudan de él, pero él insiste en que quiere sentirse útil. Hay otro personaje llamado ‘Smiler’ (sonrisa), líder del grupo, que está empeñado en que ‘Gene’ es un ‘malfuncionamiento’ y, por lo tanto, tiene que ser eliminado.

Cuidado con los ‘Smiler’

Bien, la primera reflexión que hago tras este bonito año de trabajo en mi nueva etapa, es que hay que ser muy precavido a la hora de emprender colaboraciones con otras agencias. Estamos ante un escenario muy diferente al que implica trabajar con tu propia cartera de clientes, que en mi opinión es la situación más positiva y reconfortante, pero que no siempre es posible (al menos al principio). Las agencias deben tener muy claro que eres un profesional autónomo, con todas sus consecuencias. Tú, obviamente, has de cumplir con profesionalidad las tareas o el proyecto en el que te has comprometido a formar parte, pero tampoco tienes que perder la perspectiva de cuál es tu situación: piensa en tus obligaciones pero jamás olvides tus derechos. Cumpliendo con tu trabajo, eres dueño de tu organización y de tu tiempo, y esto es algo que a veces se olvida por ambas partes, en ese afán por sacar el máximo partido de ti (por parte de las agencias), y por dar lo mejor de ti mismo (en este caso por tu parte).

Tampoco tienes que perder la perspectiva de tu misión, la funciones para las que has sido ‘contratado’ (que, no olvides que no lo has sido, solo estás prestando tus servicios como freelance), tu forma de trabajar, tus valores y tu talento. Y aquí es cuando vuelvo a traer a colación a mi emoji favorito: está bien que tengas muchas expresiones, para adaptarte a la metodología y filosofía de trabajo de la persona o equipo con quien colaboras, pero cuidado con los diseños a medida que quieren algunos, y creédme que esto también me ha pasado. Ante todo, tú tienes una experiencia acumulada, unos conocimientos y unas habilidades en tu mercado que te avalan. Y una cosa es que te adaptes a las circunstancias, y otra bien distinta es que tengas que cambiar constantemente de ‘expresión’ (volviendo al personaje ‘Gene’), hasta que llegue un punto en el que, si no eres la marioneta deseada, consideren que tienes un ‘malfuncionamiento’ y te persigan para ‘aniquilarte’, es decir, para cambiar tu forma de trabajar. No olvides que lo importante es hacer tu proyecto correctamente y con profesionalidad, sin perder la perspectiva de tu forma de hacer las cosas y ser víctima de un exceso de control sobre lo que haces que roce el menosprecio de tus capacidades. En estos casos lo mejor es marcharse de forma ordenada y correcta y seguir tu camino en busca de nuevas oportunidades.

Otro factor importante es cómo medir el precio de tu trabajo. Algunas agencias quieren que desempeñen tus funciones como si de un compañero de trabajo más se tratara en todas las facetas, salvo en una muy importante y con enorme peso, que es tu retribución. Considero que el mismo compromiso que te piden para ser parte de su equipo en ese proyecto, debe ser correspondido con una valoración económica adecuada, tanto en cantidad como en el plazo en el que la recibes. Este aspecto, obviamente, causa muchos descontentos y es donde hay que saber medir especialmente con quién se colabora, para qué, en qué plazo y por qué precio. Porque lo cierto es que cuando tienes la suerte de comenzar un proyecto, sabes cuándo empiezas y cuáles son tus funciones, pero jamás sabes cuándo terminas y las peticiones que te realizan, curiosamente y en varios casos, empiezan a multiplicarse.

En definitiva, el balance de este año es tremendamente positivo, sobre todo por la cantidad de enseñanzas que he tenido la suerte de recibir en muy poco tiempo. Mide tu tiempo, mide tu precio, selecciona proyectos ilusionantes, nunca pierdas la perspectiva de lo que sabes hacer y de tu talento y adáptate a las circunstancias sin perder de vista que no eres una marioneta y que la pasión por tu trabajo y experiencia acumulada constituyen tus principales garantías. ¡Cuidado con los ‘Smiler’!

Sin comentarios

Publica un comentario