¿Tú también has sido ‘víctima’ del desprecio digital?

¿Has sido víctima del desprecio digital o crees que podrías estar sufriéndolo? (voz de vendedora de ‘Tele Tienda’). ¿Sufres extraños (o no tanto) comportamientos ajenos en relación con el uso de las nuevas tecnologías hacia tu persona, o sin que se trate de algo personal?

Cuando creías que algunos de los momentos más ‘duros’ de asumir para los involucrados eran las nominaciones a ser expulsados de la casa de ‘Gran Hermano, Edición Un millón’, o situaciones similares atravesadas por los candidatos a marcharse de ‘La Isla de los Famosos’, llega la falta de respeto vía digital, uno de los fenómenos más novedosos y que crece como la espuma de la Coca Cola según mueves una lata a conciencia antes de abrirla.

Y es que, si eres de la generación que sentía una cierta desazón cuando pedía confirmación de lectura en sus emails y le llegaba el mensaje ‘Se eliminó su mensaje sin ser leído’, has de prepararte para un fenómeno que hará que hasta haber recibido esto en el pasado te parezca un gesto amigable.

Supera tu momento ‘Alex Ubago’
A estas alturas, con el uso generalizado de Whatsapp y redes sociales, es muy probable que te hayan quitado como amigo en Facebook, que te hayan dejado de seguir en Twitter, que hayan eliminado las recomendaciones que te hicieron en LinkedIn y, por supuesto, que hayas sido bloqueado en Whatsapp. Reconoces una o varias de estas maneras de proceder hacia ti, ¿no es cierto? Pues bienvenido a la era ‘No te ajunto online’. Como digo, es un fenómeno que nace fruto de la facilidad de acceso que todos tenemos a estas nuevas formas de comunicación con nuestro entorno. A todos nos gusta usar estos canales que nos dan voz a todos, nos permiten hablar e intercambiar información con los demás de una forma inmediata y, sobre todo, nos divierten y dan muuuuucho juego.

Bienvenido a la era ‘No te ajunto online’, fenómeno que nace fruto de la facilidad de acceso que todos tenemos a estas nuevas formas de comunicación con nuestro entorno

El problema surge en el momento en el que tan fácil es hacerte ‘amigo’ de alguien y ‘coleguear’ con distintos fines por estas vías, como lo es que te manden ‘al carajo’ en décimas de segundo, quizá sin ninguna explicación previa. Y dicha problemática, ‘of course’, se acentúa cuando creías que tratabas con gente adulta o, lo que es peor, cuando el vínculo era profesional.

La problemática se acentúa cuando creías que tratabas con gente adulta o, lo que es peor, cuando el vínculo era profesional

Hace poco, a una persona que conozco muuuuyyyy bien, otra con quien había entablado una pequeña relación durante la friolera de ¡8 días!, fue mandada ‘a paseo’ y bloqueada de Whatsapp por el mero hecho de solicitarle tiempo para asumir y aclarar los alborotados sentimientos que puede generar una relación de los días mencionados. De ‘eres fantástica’ a ‘déjame en paz’ y bloqueo en whatsapp en dos décimas de segundo, y sin dar opción a responder (claro, un bloqueado en whastapp ya no tiene ni voz ni voto).

Otro de los casos recientes que conozco, quizá el más ‘grave’, dentro de la risa franca y el asombro que me producen estas situaciones, fue víctima de una expulsión de un grupo de trabajo de whatsapp, por el hecho de intentar defender sus intereses y argumentar el por qué creía que así debía ser. La respuesta, antes de poder continuar hablando con compañeros a quienes consideraba ‘adultos’ fue un triste ‘fulanita fue eliminada de este grupo’.

Por no hablar de personas que superan la barrera de los 60 años, y hablo de casos cien por cien verídicos, a quienes les han dado ‘boleto’ en su grupo de ‘amigos whatsapp’ sin tan siquiera un ‘adiós’ o un ‘hasta pronto’. El movimiento del que hablo no distingue de sexos ni edades.

¿Has llegado a sentirte como el pobre Alex Ubago en una de sus muchas canciones?
‘No tengo más motivos para darte,

que este miedo que me da,

el no volver a verte nunca más’
No te preocupes. Cambia esa cara y acostúmbrate. Es lo que yo llamo una creciente falta de respeto vía digital. Llámame loca, o arcaica, pero prefiero un ‘hijop…’ en la cara, mirándome a los ojos, incluso dándome una palmadita falsa de esas que a veces se dan en la espalda, que no la fácil, cobarde, sencilla y para toda la familia fórmula del desprecio digital.
Es posible que pronto, si no lo han hecho ya porque no estoy muy puesta en la materia, psicólogos, coaches y perfiles similares tengan que aprender a tratar casos de este tipo, y cada vez más. Y los más sorprendentes pueden ser causados por perfiles de ‘agresores’ que jamás podrías imaginar (tómese el concepto en tono de risa, salvo en los casos verdaderamente graves, en los que no voy a ahondar en este artículo). Y hablo de profesionales que dicen ser estandartes de la gestión del talento, de las relaciones humanas, etc. Perfiles que incluso, y esto es lo que más me preocupa realmente, temen que sus hijos, o los niños cercanos que conocen y aprecian en su entorno, se vean afectados por el mal uso de las nuevas tecnologías. Miedo me da el ejemplo que ellos están dando con sus irracionales y despectivos comportamientos. Llámame loca de nuevo, pero menos riesgo supone un niño que está ‘enganchado’ a las maquinitas (concepto que se oye mucho), o que pasa algún rato largo viendo tutoriales de sus personajes favoritos en la tablet, que una persona que se presupone adulta y responsable y entra en el juego de comportamientos del tipo a los que menciono en este artículo.
Hago un llamamiento a la elaboración de un código ético en el manejo de los bloqueos y expulsiones de whastapp y similares actitudes digitales
 
Hago un llamamiento a la elaboración de un código ético en el manejo de los bloqueos y expulsiones de whastapp y similares actitudes digitales. Prefiero una despedida analógica, de toda la vida. Y lo hago honestamente sin acritud, pero sí para intentar que entre todos le demos una vueltecilla al asunto y seamos un poco congruentes con nuestras acciones digitales. Menos caminos rápidos y cobardicas, y más mirarnos un poco a la cara y humanizarnos, en la teoría y en la práctica. Por nuestro bien y, principalmente, por el ejemplo que queramos darle a las nuevas generaciones.